Un libro especial: Presencias e instantes, de Sofía Gandarias

Se ha presentado en la SEGIB el libro Presencias e Instantes, de la española Sofía Gandarias, el miércoles 18 de enero, con la participación de la autora, en un acto en el que ejerció de anfitrión el secretario general iberoamericano, Enrique V. Iglesias, y donde…

Se ha presentado en la SEGIB el libro Presencias e Instantes, de la española Sofía Gandarias, el miércoles 18 de enero, con la participación de la autora, en un acto en el que ejerció de anfitrión el secretario general iberoamericano, Enrique V. Iglesias, y donde intervinieron también Federico Mayor Zaragoza, Presidente de la Fundación Para una cultura de paz, los embajadores de Brasil, Paulo Cesar de Oliveira, y de Chile, Sergio Romero Pizarro, el director general de Promoción Cultural de la Junta de Extremadura y el consejero cultural de la embajada de Francia, Alain Fohr.

En palabras de Enrique V. Iglesias, éste es un libro especial por su atractivo y porque mezcla la imagen con la palabra, el óleo con la poesía o la prosa, y especial porque, como se lee en el prólogo, la gran dama  Simone Veil, sobreviviente del Holocausto, dijo que “Sofía Gandarias nos recuerda, a pesar de la dramática actualidad, que nunca se debe perder la esperanza en el ser humano”.

En el libro, “Presencias e Instantes”, Sofía Gandarias ha pintado a los autores que ella ha escogido y ha seleccionado, igualmente, los textos que a ella más le han conmovido. Entre otros, vemos los retratos de una Gabriela Mistral que lucha por los derechos del niño; un Pablo Neruda que escribe poemas de veinte en veinte y canciones de una en una; un Borges calderoniano que evoca a “esa muerte de cada noche que se llama sueño”…

Leemos a un Cortázar y lo imaginamos saltando a la pata coja para completar, de ida y vuelta, su muy particular rayuela dibujada a tiza en el suelo de su literatura renovadora y fresca. Vemos a Saramago, a su Ricardo Reis, en su Barrio Alto, “por donde el mundo pasó”. A un Pessoa buscando alma y cuerpo en su “Libro del desasosiego”; a un Onetti que imaginamos metido en su cama mientras escribe portentos literarios; a un Guimaraes Rosa que busca sus veredas por el árido y gran sertón brasileño…

Vemos y leemos cómo Ortega y Gasset bucea en esa verdad que él quiere creer “una, absoluta e invariable”. Y a Rubén Darío, quien, en su poema “Los cisnes”, le pregunta a Juan Ramón Jiménez: “¿Callaremos ahora para llorar después?”. Y a Octavio Paz, que canta al amor: “Voy por tu cuerpo como por el mundo”. O a Carlos Fuentes, para quien la noche final es siempre la del principio.
Rómulo Gallegos nos canta a la llanura en su “Doña Bárbara” y García Márquez, (Macondo, siempre Macondo) nos recuerda aquellos tiempos en los que “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.

Ni Miguel Ángel Asturias quiere que olvidemos al “Señor Presidente”, ni Roa Bastos nos deja eliminar de la mente a su “Supremo”, el sátrapa para quien sus presos pueden no tener con qué escribir; pueden no tener luz ni aire pero tienen memoria”.  Tenemos a Rulfo, a su “Pedro Páramo” buscando a su padre en Comala. Y tenemos a nuestro escribidor Mario Vargas Llosa matando varias veces al Chivo para acabar con la lacra del caudillismo y la dictadura.

En la Literatura, como en la vida, hay denuncia. Para la boliviana Adela Zamudio: “¡Siempre en la lucha oprimidos y opresores! De un lado, la fortuna y el poder. De otro, la miseria y sus horrores; y todo iniquidad… ¡Hoy como ayer!”.

Pero el regalo que nos ha hecho Sofía Gandarias está lleno de belleza y de esa esperanza que, como decía Madame Veil, nunca puede perder el ser humano.

 

 

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