Discurso del Secretario General Iberoamericano en la Cumbre de Cádiz

Ceremonia de Inauguración de la XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno Cádiz, 16 de noviembre de 2012 Majestad, Sras. y Sres. Jefes de Estado y de Gobierno, Sr. Presidente del Gobierno de España, Sres. Vicepresidentes y Cancilleres, Sres. Representantes de países observadores, Sres. Presidentes y Secretarios Generales de Organismos Internacionales, Señoras y Señores, Quiero darles mi más cordial…

Ceremonia de Inauguración de la XXII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno

Cádiz, 16 de noviembre de 2012

Majestad,

Sras. y Sres. Jefes de Estado y de Gobierno,

Sr. Presidente del Gobierno de España,

Sres. Vicepresidentes y Cancilleres,

Sres. Representantes de países observadores,

Sres. Presidentes y Secretarios Generales de Organismos Internacionales,

Señoras y Señores,

Quiero darles mi más cordial bienvenida a esta XXII Cumbre Iberoamericana, y dirigir un saludo muy especial a Su Majestad, al Presidente del Gobierno español y todo su equipo por la excelente preparación y trabajo que han dedicado a esta Cumbre, y al conjunto de encuentros, foros y reuniones que se celebraron lo largo del año.

Mi cordial saludo también a las Jefas y Jefes de Estado aquí presentes y a sus representantes, por prestigiar con su asistencia este encuentro.

Y un reconocimiento agradecido a la ciudad de Cádiz, que tanto ha contribuido a prepararnos esta cálida acogida.

Cádiz, ciudad que Pérez Galdós definió como “un buque anclado a vista de tierra”, ciudad que desde sus torres y miradores vio llegar las naves del comercio y las velas de la libertad. Donde, pese a los rigores de la guerra y del asedio, florecieron las opiniones, los cafés, los periódicos y las ideas.

Estar en Cádiz es estar en Iberoamérica al otro lado del mar que nos une.

Cádiz es también solidaridad y esperanza. Recordamos aquí a nuestros hermanos de Cuba, Guatemala y Haití, afectados por recientes e intensos desastres naturales. Enviamos nuestra sincera solidaridad, nuestro sentido pésame a las familias de las víctimas y el deseo de un pronto retorno a la vida normal y a la certeza de la reconstrucción.

Y damos nuestra cálida bienvenida a Haití y a su Presidente como país Observador Asociado, y expresamos los mejores deseos de recuperación para el Presidente de mi país, Don  José Mujica.

Los debates de las Cortes de Cádiz mantienen su vigencia y su anhelo de libertad y justicia. De América llegaron 63 diputados que se unieron a los peninsulares en una ciudad sitiada, y demostraron actividad y compromiso, postulados autonomistas y voluntad de progreso e igualdad que luego se reflejó en las Independencias latinoamericanas.

Uno de ellos, José Mejía Lequerica, diputado por Nueva Granada, declaró que “los grandes, los indomables pueblos, a mayores reveses, a más inminentes peligros, oponen más entera constancia, más osadas resoluciones. Grande es la causa, Señor, y no puede por menos inspirar grandes ideas”.

Grande es la causa, Señor Presidente de Colombia, y estas palabras de su paisano alientan la muy meritoria búsqueda de la paz que usted ha emprendido. Su valor es nuestro valor, y su éxito será el de todos nosotros.

Ha hecho bien el gobierno español en elegir esta ciudad para la Cumbre, donde hace 200 años tuvo lugar el encuentro de españoles y americanos, reunidos en pie de igualdad para terminar con el absolutismo y abrir las puertas a la soberanía popular. Aunque esas puertas se cerraron  poco después en Europa, se abrieron en América  para servir de apoyo  al proceso independentista y más tarde a la modernización y enriquecimiento de aquellos principios constitucionales,  incorporando nuevos derechos de los ciudadanos y de la naturaleza.

Como en 1812, vuelve a reunirse aquí la Comunidad Iberoamericana. En aquel año, los diputados se reunieron con la convicción de que trabajaban para un mundo en cambio. Nos reunimos hoy aquí con una convicción similar: el mundo está cambiando en un proceso lleno de incertidumbres, que reclama liderazgos inspirados para sentar las bases de un nuevo orden internacional.

Hoy España y Portugal atraviesan una aguda crisis económica con profundas repercusiones sociales. Reiteramos nuestra solidaridad y apoyo a los nobles pueblos español y portugués. Por su parte, los países americanos de esta Comunidad viven un periodo especial en sus economías, que lleva a pensar que ésta podría ser la década de la América Latina.

Estas tres dimensiones del momento actual: los cambios  en las relaciones internacionales, la crisis económica de los países desarrollados y en especial los de la Unión Europea y USA, y la bonanza latinoamericana caracterizan el momento en que tiene lugar esta Cumbre.

Esta percepción llevó al gobierno español dedicar nuestros trabajos, a discutir e identificar nuevas políticas de cooperación acordes con los tiempos que nos ha tocado vivir. A esos tres momentos quisiera referirme brevemente.

Sobre el momento actual de la Comunidad Internacional

En 2008 terminó un periodo de bonanza económica excepcional en el mundo, y con él la sensación de seguridad y estabilidad frente al porvenir. Parecía que el mundo lo podía todo, que las ingenierías financieras podrían sostener cualquier endeudamiento de los sectores públicos y privados.

La descontrolada expansión de los mercados financieros condujo a la especulación, a la pérdida de conductas éticas y a la codicia desmesurada.

La crisis iniciada en los sectores financieros no bancarios de los Estados Unidos se extendió a Europa y de ahí al resto del mundo. A diferencia de los años 30, esta vez, los Gobiernos y los Bancos Centrales respondieron a los problemas con diligencia.

Todas las medidas de apoyo financiero, aunque necesarias y dolorosas, no fueron suficientes para restablecer la confianza a  largo plazo de los agentes económicos.

Hoy estamos en un momento peligroso con reacciones lentas, escasa coordinación y falta de horizontes claros. Preocupan las visiones encontradas sobre las soluciones a tomar por los dirigentes políticos y aún más las diferencias entre especialistas y economistas sobre lo que hay que hacer.

El futuro de las economías desarrolladas aparece así abierto a todas las opciones: desde una retomada del crecimiento,  hasta una entrada en un proceso severo de recesión económica, o un largo periodo de bajo crecimiento en los grandes centros desarrollados del mundo.

Como siempre ocurrió en el pasado, la crisis será superada. Pero esa superación nonos devolverá al punto de partida. Llegaremos a un nuevo mundo con otra economía basada en el conocimiento y la innovación; a otra sociedad, dominada por crecientes clases medias y con problemas  propios de una sociedad informada que hace sentir sus demandas. Y habrá un nuevo sistema de relaciones internacionales,  con  la aparición de nuevos actores, y un tránsito del poder económico del Occidente al Oriente como nunca conoció el mundo. Encontrar renovados principios de convivencia convoca a reforzar el multilateralismo hoy en crisis.

Antes de recomponer sus equilibrios fundamentales, me temo que la economía mundial se desarrolle en la incertidumbre y la inseguridad. Ello reclama como nunca una acción concertada a nivel internacional de todos los países.

La proyección de la crisis internacional sobre los países ibéricos de nuestra comunidad

España y Portugal atraviesan severos problemas económicos, luego de haber al alcanzado en las últimas décadas un vigoroso desarrollo económico y social.

Están adoptando duras medidas de ajuste con elevados costos sociales,  sobre todo en materia de empleo, bajo nivel de actividad y creciente endeudamiento de su sector público. Esas medidas darán sus frutos y ya aparecen algunas señales positivas en la buena dirección. Pero mientras tanto, su éxito está condicionado por las medidas oportunas que adoptan organismos internacionales como el Banco Central Europeo, y las instituciones comunitarias.

Latinoamérica atravesó dos décadas de dura crisis económica y severos programas de ajustes. No son fáciles las comparaciones y menos aún trasplantar recomendaciones. Cada país y cada momento económico son diferentes especialmente cuando pueden hacerse devaluaciones de la moneda. Pero siempre es  útil revisar la historia.

De aquellas vivencias latinoamericanas nos quedan algunas reflexiones que pueden tener algún interés en estos momentos. Permítanme sólo recordar tres.

En medio de las turbulencias sociales y políticas comprendimos que los ajustes y las reformas son inevitables para corregir los excesos de las políticas monetarias del crédito fácil, de los desbordes fiscales o de las tasas de cambio irreales. El único aspecto positivo de las crisis  es que ayudaron a corregir rumbos, difíciles de cambiar en momentos de euforia o expansión económica.

En segundo lugar, una inevitable austeridad postergada en el tiempo demora la recuperación de la confianza necesaria para recomponer la actividad económica. Nos resultó de interés revisar en cada caso los ritmos de las correcciones fiscales y acompañar los objetivos de austeridad con programas de estímulo a la producción, a través del apoyo del crédito externo para financiar infraestructuras y dar crédito a las empresas exportadoras, especialmente a las PYMES.

En tercer lugar la experiencia nos demostró que la cooperación de los organismos internacionales debe producirse y activarse en tiempo útil. Su postergación en el tiempo no contribuye a la restauración de la confianza de los actores económicos y emite señales confusas a los mercados. Bien nos hubiera gustado contar en aquellos momentos con la flexibilidad que hoy muestra el Fondo Monetario Internacional en algunas situaciones.

Al mismo tiempo que aprendimos que en estos casos es preciso reconocer los errores del pasado para no repetirlo,  se hace igualmente urgente activar los mecanismos de solidaridad regional y  cooperación internacional para acelerar la recuperación y reducir los costos sociales, sobre todo el desempleo. Creo sinceramente que ambos mecanismos no se han mostrado aún en todo su potencial.

La coyuntura económica en América Latina

Por su parte, los países latinoamericanos atraviesan una década de bonanza,  reflejada en altas tasas de crecimiento, baja inflación, acumulación de reservas, disminución del endeudamiento externo y el dinamismo y diversificación de su comercio exterior, como es bien conocido.  A ello se agregan  ganancias de tipo social, en especial la fuerte caída de la pobreza y  el lento mejoramiento de los indicadores de igualdad.

Detrás de esos logros, tras una generación de bajo crecimiento y alto endeudamiento,  se deben reconocer las duras lecciones de muchos errores y aciertos en las últimas décadas, y el éxito de políticas de diversificación de las economías y modelos y políticas de desarrollo social  puestas en marcha con señalado éxito en las tasas de crecimiento y en las ganancias sociales.

Esta coyuntura, no obstante,  está expuesta a dos desafíos. Uno, que escapa al control de los países latinoamericanos,  y otro que depende de su capacidad de instrumentar adecuadas políticas internas.

En el primer nivel está la coyuntura económica internacional. América Latina no puede permanecer inmune a la situación de los mercados internacionales. La región pudo defenderse bien de los primeros impactos en 2007 y 2008, pero la continuación del bajo crecimiento en los países desarrollados y su impacto en el crecimiento del comercio exterior de las economías emergentes, como China, tendrá impacto sobre las economías latinoamericanas. Ya lo estamos viendo cuando la abundante liquidez emitida por los países centrales sobrevaloriza nuestras tasas de cambio y reduce nuestra competitividad internacional, o cuando nuestras exportaciones se reducen por  la caída del comercio mundial.

El otro condicionante que sí podemos controlar lo constituyen las respuestas de  modernización y diversificación productiva de las economías latinoamericanas,  tales como una reforma educativa en favor de la universalización y la calidad o las políticas de la productividad y la competitividad,  a través de una mayor inversión en infraestructura o en desarrollo tecnológico e innovación. Estas reformas,  potenciadas por políticas de integración y complementación dentro del creciente mercado económico regional, permitirán alcanzar los niveles de mejoramiento social e igualdad tan largamente esperados en la región.

De lo que podría concluirse que es preciso modernizar y revisarlos diferentes modelos de desarrollo económico para amortiguar los impactos de la coyuntura internacional, lograr mayores niveles de productividad y crecimiento, y continuar mejorando los indicadores sociales de pobreza e igualdad. La holgura en el balance de pago ayuda a poner en marcha estas reformas.

La actualización de las políticas de cooperación iberoamericana.

En esta coyuntura, es pertinente preguntarse qué rumbo deberá tomar la cooperación iberoamericana. Dos preguntas han surgido a lo largo de este año de preparación de la Cumbre por parte de distintos reuniones Ministeriales y seminarios técnicos:

¿Qué pueden y deben esperar de una renovada cooperación iberoamericana España y Portugal, que atraviesan una fase de crisis económica y social?

¿Qué pueden y deben esperar de una renovada cooperación iberoamericana los países latinoamericanos de nuestra  Comunidad para contribuir a dinamizar los objetivos económicos y sociales de sus respectivos modelos de desarrollo?

Es bueno insistir que cada país tiene su modelo de desarrollo con rasgos propios y que a ambos lados del Atlántico han puesto en marcha políticas de cooperación regional muy activas con el surgimiento en América Latina de un vigoroso regionalismo.

Los países latinoamericanos lo están haciendo con la creación de  instituciones de cooperación política y económica, como UNASUR y CELAC, que abren dinámicas posibilidades a su desarrollo.

Estos esfuerzos deben ser potenciados y apoyados por la nueva orientación de la cooperación iberoamericana.

Las expectativas de los países europeos de la Comunidad iberoamericana

España y Portugal tienen en la relación iberoamericana un punto esencial para estimular su crecimiento económico: la inversión de las empresas de ambos países en la región latinoamericana en las últimas décadas.

Una renovación de la cooperación podría significar:

a) Una mayor expansión de sus exportaciones hacia un mercado regional latinoamericano que ya llega a los 6 trillones de dólares, unos 5 billones de euros.

b) Un mayor campo para la expansión de las inversiones empresariales  ya existentes en América Latina, con un terreno y posición ganadas que les sirve de apoyo para sus balances en la Península Ibérica en momentos de bajo crecimiento.

c) Un mercado potencial para la instalación de nuevas empresas en áreas donde América Latina tiene una creciente demanda: inversiones en infraestructura, en la explotación de sus abundantes y variados recursos naturales,  en servicios de calidad, en nuevas tecnologías, o economías verdes, entre otras.

d) Un mercado latinoamericano creciente, abierto a otras regiones del mundo mediante acuerdos de asociación y de libre comercio,  especialmente prometedor como los mercados asiáticos.

e) La asociación y complementación de pequeñas y medianas empresas de ambas regiones, y su incorporación en las cadenas de valor de las grandes empresas españolas y portuguesas,  como ya está ocurriendo en muchos casos.

f) Finalmente, la creación por actores privados de mecanismos de arbitraje comercial que faciliten a las citadas empresas un mecanismo ágil y eficaz para solucionar eventuales conflictos.

g) Quisiera alertar, una vez más, sobre los peligros que una crisis internacional prolongada en los grandes centros desarrollados puede atizar aún más las tendencias proteccionistas que, lamentablemente, no logró superar la ronda de Doha inmovilizada.

Las expectativas de una renovada cooperación iberoamericana de los países latinoamericanos

Los países latinoamericanos, por su parte,  deben abocarse a reformas fundamentales para una mayor diversificación y calidad de su sistema productivo que, a su vez, permita acelerar grandes objetivos sociales como la reducción de la pobreza y el mejoramiento de la igualdad. Los países latinoamericanos están abocados a fortalecer sus políticas de industrialización,  fuente de empleos de calidad y de diversificación productiva. La cooperación iberoamericana debe apoyar estos esfuerzos en algunos puntos, como los siguientes:

  • La búsqueda de una educación de calidad como la puesta  en marcha por las Metas 20-21, aprobadas en la Cumbre de Mar del Plata de 2010.
  • El estímulo a la circulación de recursos humanos calificados dentro del Espacio iberoamericano.
  • La Cooperación entre institutos de investigación tecnológica de los países iberoamericanos.
  • El apoyo al emprendedurismo, especialmente juvenil,  en las áreas de innovación tecnológica.
  • El estímulo al desarrollo de las PYMES latinoamericanas en asociación con empresas iberoamericanas y, en particular,  el estimulo a su internacionalización.
  • La profundización del espacio cultural iberoamericano, signo de nuestra  identidad y activo de gran valor económico.

En conclusión

Se trata, en definitiva, de crear un día a día mejor para la gente, de una cooperación centrada en las personas.

Es el de crear lazos que den confianza en los actos políticos y económicos que ayuden a garantizar el futuro de varias generaciones.

Es creer en nuestras posibilidades, las de una región llena de oportunidades.

Es renovar un vigoroso espacio de diálogo con nuevas formas de cooperación y aprendizajes compartidos.

Es dar más voz a los sectores sociales y económicos para sumarse a los grandes objetivos que hoy persiguen los países de esta Comunidad de Naciones. Para ello debemos contar con la participación de las redes sociales de opinión pública, a las que ya estamos consultando.

La Comunidad Iberoamericana se ha propuesto desde el inicio de sus actividades proyectarse al mundo con posiciones concertadas. Este objetivo es más válido hoy que en los momentos en que fue constituida aquella Comunidad.

Porque preocupan las turbulencias económicas, políticas y sociales que hoy agitan el mundo y comprometen su paz y su estabilidad, y porque seguir construyendo el progreso de todos, debe ser un motivo de compromiso para los países iberoamericanos.

En el mundo de hoy hay, no sólo una ansiedad de estabilidad y progreso social, sino también una creciente sed de valores éticos con los que avanzar en el futuro de la humanidad.

Creo que, sin desconocer cada identidad nacional, la Comunidad Iberoamericana debe acordar posiciones basadas en valores muy queridos por nuestras sociedades, y que contribuyan a mejorar la gobernabilidad en el  mundo.

No otra cosa perseguía un iberoamericano de excepción que se nos fue este año, Carlos Fuentes. En un texto preparado para la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, con motivo de la realización de la I Cumbre Iberoamericana de Guadalajara en 1991, escribía:

“Iberoamérica puede participar con mayor seguridad que muchas otras regiones del mundo en un orden económico planetario y sin sacrificio de su variedad cultural (…) Nuestra tradición jurídica nos ha servido para contribuir a una mayor vida de relación en América y en el mundo, mediante la negociación diplomática y la  imaginación política, con el escudo del derecho y la adhesión a la ley y a los Tratados que hemos suscrito libremente”.

En la toma de conciencia de estos hechos,  y en su traducción en medidas prácticas y concretas reposará el éxito de este encuentro,  su percepción por sus dirigentes,  y por la opinión pública en general.

Muchas gracias.

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