Biden y la Promesa de la Vacuna Universal

En un artículo publicado en Newsweek junto a Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y Valor Público del University College de Londres, la secretaria general iberoamericana Rebeca Grynspan hace un llamado a que haya una vacuna de acceso universal para combatir la pandemia de COVID-19.

Columna originalmente escrita para el periódico Newsweek, 11/02/2021
mujer administrando vacuna
HORACIO VILLALOBOS/CORBIS/CORBIS VIA GETTY IMAGES

El presidente Joe Biden ha cumplido con su promesa de retornar a la Organización Mundial de la Salud y comprometerse con el multilateralismo en la lucha de los EE.UU. contra la COVID, mediante su participación en la plataforma internacional de compra y distribución COVAX. Y, sin embargo, todavía puede hacer mucho más para garantizar que todas las personas, en cualquier lugar del mundo, tengan un acceso rápido a la vacuna contra la COVID.

El mundo observa mientras las tres prometedoras vacunas producidas por Pfizer/BioNTech, Moderna/Instituto Nacional de la Salud de EE.UU. y AstraZeneca/Universidad de Oxford se distribuyen en los países ricos. Con todo, nos preparamos para un nuevo fiasco en la respuesta global contra la COVID: las existencias de vacunas estadounidenses comienzan a agotarse y AstraZeneca no ha cumplido sus compromisos contractuales de abastecimiento con la Unión Europea.

Además, nuevas variantes del virus, más contagiosas y posiblemente más letales, han sido descubiertas en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil. Si no logramos actuar pronto, es posible que las vacunas actuales dejen de ser eficaces contra las nuevas mutaciones.

Las recientes noticias sobre la reducción de la eficacia de la vacuna unidosis de Johnson & Johnson (una vacuna, por otra parte, muy prometedora para las estrategias de vacunación en los países en desarrollo), desde el 72 por ciento en los Estados Unidos al 57 por ciento en Sudáfrica, confirman este punto.

El mundo no podrá superar esta pandemia sin una Vacuna Universal que pueda producirse de forma rápida, a gran escala y puesta a disposición de todas las personas, en todos los países, de forma gratuita. Sin embargo, como resultado de la prevalencia de los intereses nacionales sobre los intereses globales, los acuerdos bilaterales continúan socavando la finalidad y los avances de COVAX, que a estas alturas solo ha logrado obtener suficientes dosis para vacunar al 20 por ciento de las poblaciones de los 92 países participantes de ingresos medios y bajos.

El número de víctimas mortales por la COVID comienza a descender en los Estados Unidos y en Europa, pero la COVID-19 continúa causando estragos en los países en desarrollo.

América Latina, por ejemplo, registra algunas de las tasas de mortalidad causada por la COVID-19 más altas del mundo. Mientras que los países desarrollados disponen de una base más sólida para “reconstruir mejor”, la inestabilidad y la fragilidad de los sistemas sanitarios en los países en desarrollo se traduce en que su camino hacia la recuperación será más largo, duro e incierto.

Los países desarrollados han comprado toda la producción de la vacuna de Moderna y más del 96 por ciento de la producción de Pfizer/BionNTech.

AstraZeneca/Oxford impuso condiciones progresivas de accesibilidad a su vacuna desde el inicio del proceso de desarrollo como respuesta a los obstáculos al acceso a la vacunación de las poblaciones de los países de ingresos bajos y medios, pero en la actualidad su suministro se ha centrado sobre todo en grandes países en desarrollo como China e India.

Esto significa que, al margen de la limitada reserva de vacunas del programa COVAX, queda muy poco para los demás. Según las nuevas estimaciones de  la People’s Vaccine Alliance, los países desarrollados han comprado un volumen de las vacunas líderes del mercado suficiente para vacunar a cada ciudadano el triple de veces, mientras que los países en desarrollo tendrán suerte si en 2021 consiguen una dosis para uno de cada diez ciudadanos.

Los países desarrollados han comprado toda la producción de la vacuna de Moderna y más del 96 por ciento de la producción de Pfizer/BionNTech.

Este fracaso en el acceso global se manifiesta a pesar de las inversiones sin precedentes realizadas para la investigación en vacunas: más de 6,7 mil millones de dólares estadounidenses de financiación pública han sido destinados a investigación y desarrollo (I+D), ensayos clínicos y producción industrial para las tres principales vacunas candidatas de AstraZeneca/Oxford (1,7 mil millones de dólares), Moderna (2,5 mil millones de dólares) y Pfizer/BioNTech (2,5 mil millones de dólares). Al mismo tiempo, sin duda, estas compañías se beneficiarán de la crisis.

El presidente Biden goza de una posición privilegiada para hacer frente al reto de suministrar la Vacuna Universal y convertir las lecciones aprendidas de la crisis en la construcción de una nueva economía transformadora centrada en la prosperidad compartida de los seres humanos. Ello puede lograrse mediante el reconocimiento de que la “salud es riqueza,”—que nuestro nivel de salud depende de la salud de nuestros vecinos, y que nadie estará protegido hasta que todos lo estemos.

A través de su colaboración con los 189 países que participan en COVAX, los Estados Unidos tienen el potencial de utilizar sus conocimientos tecnológicos como palanca para convertirse en un negociador clave para superar el nacionalismo de las vacunas y lograr el acceso a las mismas de manera decisiva.

El presidente Biden tiene la obligación de utilizar todos los instrumentos políticos que se encuentren a su alcance para garantizar el acceso global a las vacunas. Su apoyo a la Organización Mundial de la Salud y a la iniciativa costarricense de acceso mancomunado a la tecnología contra la COVID-19 (C-TAP), y a la propuesta de India y Sudáfrica ante la Organización Mundial de Comercio para suspender los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas contra el COVID-19 tendría consecuencias drásticas y duraderas para las reglas de juego de la salud pública global.

Por último, el presidente Biden debería prestar atención a los llamamientos de los expertos en salud pública y los activistas estadounidenses para utilizar la Ley de Defensa de la Producción no sólo para garantizar el suministro de vacunas para los Estados Unidos y el resto del mundo, sino también para ampliar de forma masiva la producción industrial de las vacunas más efectivas contra la COVID.

El presidente Biden goza de una posición privilegiada para hacer frente al reto de suministrar la Vacuna Universal y convertir las lecciones aprendidas de la crisis en la construcción de una nueva economía transformadora centrada en la prosperidad compartida de los seres humanos.

La tecnología base utilizada para la vacuna de Moderna fue cofinanciada por el Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos, utilizando el dinero de los contribuyentes. El presidente Biden puede y debe potenciar la relación entre los Estados Unidos y Moderna para forzar a la compañía a compartir la fórmula de esta vacuna altamente efectiva con el resto del mundo, a fin de ampliar de forma masiva la producción y construir el conocimiento y los sistemas necesarios para combatir futuras pandemias.

Dado el papel fundamental del sector público, Biden debería ponerse al frente de la innovación sanitaria como un facilitador de mercado: dirigiendo la innovación, consiguiendo precios justos, garantizando que las patentes y la competición funcionen de forma adecuada, y estableciendo las condiciones para la reinversión y la salvaguarda del suministro de medicamentos.

El presidente Biden puede erigirse como un líder de la transformación económica mundial, con el suministro de la Vacuna Universal como punto de partida. Para ello tendría a su disposición tanto las vacunas como los instrumentos políticos necesarios. Sus actuaciones marcarían un antes y un después entre su visión de futuro sobre una reconstrucción mejor y el statu quo, que de tan poca utilidad nos ha sido durante la pandemia.

 

Mariana Mazzucato es catedrática de Economía de Innovación y de Valor Público en la University College London y autora del libro Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism. 

Rebeca Grynspan es economista, ex Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas, ex Vicepresidenta de Costa Rica, y en la actualidad Secretaria General Iberoamericana.

Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente de las autoras.

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