Discurso del Secretario General Iberoamericano en la XXI Cumbre Iberoamericana

ACTO DE INAUGURACIÓN DE LA XXI CUMBRE DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO
Asunción del Paraguay, 28 de octubre de 2011
Señor Presidente de la República del Paraguay,
Majestad,
Señoras y Señores Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,
Señores Vicepresidentes y Cancilleres,
Señores representantes de Países Observadores,
Señores Secretarios…

ACTO DE INAUGURACIÓN DE LA XXI CUMBRE DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO

Asunción del Paraguay, 28 de octubre de 2011

Señor Presidente de la República del Paraguay,

Majestad,

Señoras y Señores Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,

Señores Vicepresidentes y Cancilleres,

Señores representantes de Países Observadores,

Señores Secretarios Generales de Organismos Internacionales e Invitados Especiales,

Señoras y Señores,

Quiero comenzar mis palabras expresándole mi sincero reconocimiento,  Sr. Presidente, por el inmejorable apoyo recibido de su Gobierno, sus Ministros y colaboradores, en la compleja tarea de dar contenido y organizar esta primera presencia de la Cumbre Iberoamericana en la ciudad de Asunción. Esta Secretaría Pro Témpore habrá dejado un legado de eficiencia, dedicación y habilidad diplomática en la historia de las Cumbres.

Asunción, madre de ciudades y cabeza de un país que es  corazón de Sudamérica. Un país de historia atormentada, la historia de un pueblo grande acosado por la adversidad, que decía Juan Bautista Rivarola. Un país que siempre mantuvo la esperanza y no se acomodó ni a la injusticia ni a la opresión. Por eso, Paraguay celebra ahora la gloriosa gesta de su Bicentenario, independiente y republicano, en convivencia democrática y en libertad. “Nuestro brío nos dio libertad” canta el Himno paraguayo.

Como escribió su recordado hijo Augusto Roa Bastos, “la suerte del Paraguay es la del destino político americano”.

Bienvenidos pues a esta tierra guaraní, que reúne todos los tonos del verde. Este año se nos fue Don Félix de Guaranía, luchador incansable por la reivindicación de esta lengua nacional e iberoamericana, que tradujo Don Quijote de la Mancha al guaraní.

Péina ápe

Aheja che ñè e

Tainasai vy’a!

He aquí que dejo mi voz, que se extienda la alegría.

Iberoamérica es solidaridad y esperanza. Por ello permítanme unas sencillas palabras para nuestros hermanos de Centroamérica y el Caribe afectados hace unos días por recientes e intensos desastres naturales. Les transmitimos, a través de sus Presidentes, alguno de los cuales han debido permanecer en sus países para atender las emergencias, nuestro sincero sentimiento de solidaridad, nuestro sentido pésame a las familias de las víctimas y el deseo de que la reconstrucción y la vuelta a una vida normal les alcance rápidamente.

Somos también esperanza. Y por ello, Majestad, nos felicitamos con Usted y su Gobierno, y con todo el pueblo español, por el final de un terrorismo demencial que nunca tuvo ninguna razón para existir y que ha sido vencido con métodos democráticos apoyados en el sufrimiento y paciencia de su pueblo y en la firmeza de sus Gobiernos. Recordamos también a las familias de quienes murieron víctimas del horror.

Su éxito es el éxito de todos nosotros.

Majestad, Señores Presidentes, Señores Vicepresidentes, Señores Ministros,

La crisis económica.

Esta Cumbre coincide con uno de los momentos más confusos y turbulentos de la economía mundial de los últimos 70 años. Una Cumbre que  tiene lugar en un mundo mucho más interconectado, con un intenso crecimiento del número de actores económicos y un aumento también de las demandas sociales a escala planetaria que desbordan nuestras avenidas.

Luego de varias décadas de una economía mundial en creciente desarrollo, y con una admirable sensación de seguridad y afirmación por parte de los  grandes actores económicos, entramos a partir de 2008 en una peligrosa tendencia al pesimismo, a la inseguridad y a momentos de crecientes tensiones, concentradas en esta oportunidad, y en forma especial, en los países desarrollados.

Junto con ellos, tiene lugar la aparición en escena de un conjunto de países llamados emergentes que se han constituido en la parte dinámica del crecimiento de la economía mundial,  entre los cuales están buena parte de los países latinoamericanos.

Resulta particularmente preocupante la diversidad de situaciones dentro de los países desarrollados: la coexistencia de países en alto crecimiento con otros con bajo crecimiento, los agudos problemas de desempleo, el gran endeudamiento de Gobiernos y de hogares y, la debilidad en sus sistemas bancarios.

Preocupa, además, la falta de criterios uniformes para enfrentar la crisis, junto a  una peligrosa demora en la adopción de decisiones que agrava los problemas, crea incertidumbres crecientes y confunde a los mercados. De esa confusión se alimentan la especulación y la inseguridad.

La reunión de la Unión Europea que acaba de tener lugar en Bruselas ha dado pasos significativos para restablecer la confianza en la región, tan necesaria como urgente.

Los acuerdos para solucionar los problemas de Grecia, las medidas propuestas para la consolidación de los balances bancarios y la aprobación de nuevas fuentes de recursos para la estabilización de los mercados financieros, son pasos en la buena dirección para restablecer la confianza. Así parecen haberlo entendido los mercados.

El próximo paso para consolidar la confianza debe ser la implementación de lo acordado y explorar medidas integrales que permitan estabilizar los mercados, acompañando las severas políticas de estabilización presupuestaria que encaran los países con medidas de estímulo al crecimiento económico. En última instancia sólo con la austeridad no crecerá ni el producto,  ni el empleo.

Esas medidas deben apoyarse en el importante capital de que dispone este grupo de países, que es la solidaridad comunitaria, puesta a prueba en la presente coyuntura por la que atraviesa la UE.

Es de lamentar que, en esas deliberaciones, no se haya mirado con atención la penosa  experiencia de los países latinoamericanos, de los años 90 y de inicios de este siglo. Ninguna situación es igual a la otra, pero una observación interesada de aquellas experiencias hubiera sido una referencia útil para orientar las medidas para enfrentar la crisis.

Como acabo de afirmar,  los países emergentes han dado señales de dinamismo y sentido común; ello les ha permitido capear lo peor de la crisis reciente manteniendo tasas aceptables de crecimiento, bajo desempleo, inflación controlada y una drástica reducción del endeudamiento público.

En esa situación se encuentran los países de la América Latina, que en el último quinquenio superaron el 5% de crecimiento de promedio, y lograron los avances que acabamos de mencionar en el desempleo, la inflación, la reducción de la deuda externa y la acumulación de reserva.  Y ello sin olvidar que,  en ese mismo periodo, más de 50 millones de personas salieron de la pobreza y comenzó a ceder la persistente desigualdad,  que aún constituye hoy uno de los peores y mayores desafíos de la región latinoamericana.

La gran oportunidad de América Latina.

Se ha dicho, y es bien posible y deseable, que ésta sea la década de América Latina. Nuestro crecimiento ha sido el resultado, por una parte, de una sólida  conducción de las políticas macroeconómicas y, por otra, del buen comportamiento de los mercados de materias primas, estimulados por la vigorosa demanda asiática de energía, alimentos y metales de los que dispone la región en abundancia.

Sí, es posible aspirar a una década de sostenido crecimiento y avances, tanto económicos como sociales. Pero ello no será gratis. Requiere que se den ciertas condiciones externas,  y que la región acometa con determinación las reformas que le permitan enfrentar los déficits económicos y sociales no resueltos. Es el momento de la acción,  y no de la autocomplacencia.

Figura entre las condiciones externas que los países desarrollados en dificultades, en especial en estos momentos los de la Unión Europea, puedan implementar con urgencia esas medidas que permitan recuperar la confianza de sus agentes productivos y en su moneda de reserva.

Es de esperar, igualmente, que los grandes países dinámicos del Asia puedan hacer frente a desequilibrios potenciales en su economía y en su sociedad, que podrían atenuarse  de realizarse a tiempo los ajustes inevitables. De lo contrario, podrían verse afectados el crecimiento de los países en vías de desarrollo y  su contribución al crecimiento mundial.

Pero América Latina tiene que hacer frente, además,  a problemas internos aún no resueltos, en particular en cinco áreas fundamentales.

La primera es continuar con un buen control de las políticas macroeconómicas para hacer frente a los riesgos que nos podrían llegar, a través del contagio -bien conocido en nuestra experiencia histórica-  de la coyuntura internacional.

La segunda, será acometer la revolución de la calidad de la educación. A ello dedicamos la pasada Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata.  El acceso universal a una educación de calidad es pilar fundamental del desarrollo futuro de la región.

La tercera es la batalla por mejorar la equidad, con políticas de desarrollo económico y social inclusivo.

La cuarta es la innovación en todas sus formas,  a efectos de  ganar productividad en los diversos sectores económicos. Introducir la tecnología en todos los ámbitos productivos es el camino a la eficiencia, al necesario incremento de la productividad  de los factores productivos y a la competitividad internacional.

Por último, y en quinto lugar,  es la de modernizar nuestras instituciones públicas, en particular el Estado,  del que se ocupa prioritariamente nuestra Cumbre de Asunción.

 Estas cinco revoluciones, para ser duraderas, para poder realizar adecuadamente el tránsito de lo viejo a lo nuevo,  tienen que contar con amplios consensos políticos, con apoyo social a las reformas y con un reparto equitativo de costes y beneficios.

Sin equidad, las reformas no avanzarán.

La modernización del Estado.

Esta Cumbre mira a la necesaria modernización del Estado. No se trata de dirimir aquí las conocidas visiones sobre el papel del Estado,  cuya definición debe quedar en el ámbito de cada país. Se trata de aspirar, todos y sin excepción,  a mejorar su eficiencia.

El problema no es ya, como se creyó en algún tiempo, mejorar la eficiencia reduciendo el Estado. Puede ser un método conveniente en algunas  circunstancias, pero no debemos concluir que la única forma de mejorar la eficiencia del Estado es reduciendo su tamaño.

Se trata de asumir que muchas veces es más importante utilizar la capacidad de control y supervisión que la propiedad,  y promover las políticas básicas que preserven la cohesión social y la igualdad de oportunidades.

Se trata de reconocer asimismo que todos los Estados deberán contar con una burocracia eficiente, seleccionada en base a los principios de mérito y capacidad; no habrá un Estado eficiente con una burocracia ineficiente.

Se requieren reglas que no asfixien al mercado, con normas estables conocidas y respetadas para lograr la mayor eficiencia de esos mercados y del sector privado.

La experiencia señala, además, que habrá que regular mejor, y seguramente con mayor intensidad que en otras épocas,  las relaciones entre el Estado y el sector privado, para cooperar en el reto de financiar las inversiones, especialmente en infraestructura.

Majestad, Señores Presidentes,

La recuperación de la confianza.

Estamos en un momento muy especial de la economía, de la sociedad y de las relaciones internacionales. Tenemos que encarar el desafío de recomponer los grandes balances de la economía mundial  para así restaurar la confianza dañada.

Efectivamente, la economía mundial necesita recuperar la confianza si se quiere salir de los círculos viciosos de bajo crecimiento y grandes endeudamientos -de los Estados y hogares- y de un persistente desempleo que es el peor apoyo para la calidad de la democracia.

Hemos conocido en otras épocas lo difícil que resulta vivir con desempleo y recorte de las políticas de bienestar, especialmente en los países desarrollados. Esos recortes son el preludio de inestabilidades, de las que resulta difícil prever hacia dónde pueden conducirnos. Ese fue el triste ejemplo de la década perdida y dramática  de los años 30,  y la que le siguió.

La crisis actual, de no superarse con rapidez y firmeza política, dejaría al mundo desarrollado entre dos pinzas, la de un lento crecimiento de varios años y la de la erosión del estado de bienestar, tan bien logrado por sus sociedades.

Nuestro gran capital en América Latina es haber encontrado  distintos caminos de crecimiento para hacer frente a los desequilibrios sociales que aún persisten en nuestras sociedades. Habrá que seguir adelante, pero conscientes que no todos los países están en iguales condiciones.

Steve Jobs, que acercó la tecnología a las personas e influyó decisivamente en la configuración de la sociedad, decía: “no os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con el pensamiento de otras personas”.

Nuestra historia demuestra que nunca tuvimos una genética introvertida y sí, en cambio, una gran capacidad para transformarnos. Sucede que, hoy, buena parte de lo que necesitamos está fuera de nuestro control. Nos llega a través de la “cara oscura” de la globalización.

Las respuestas de la Comunidad Iberoamericana.

Por eso, cabría, reflexionar en qué forma los países de la Comunidad Iberoamericana pueden reforzarse mutuamente en sus relaciones para enfrentar a los vientos turbulentos que nos puedan llegar de la crisis internacional actual.

  1. En las últimas décadas, América Latina recibió una corriente vigorosa de inversiones de empresas españolas y portuguesas. En el futuro, habremos de ver inversiones latinoamericanas en la Península Ibérica, impulsadas por la dinámica creciente de las empresas multilatinas. Esta corriente creará un positivo balance entre las relaciones económicas entre ambas partes lo que es muy saludable política y económicamente.
  2. América Latina deberá emprender grandes inversiones en su infraestructura tanto económica como social. Se estima que deberá duplicar las inversiones de infraestructura, lo que llevaría a una cifra adicional anual de inversiones cercana a los 200.000 millones de dólares. Esto abre una gran oportunidad para las empresas ibéricas, como propulsoras y como gestoras de proyectos de inversión en infraestructuras de todo tipo.
  3. La expansión de los mercados nacionales de capital será una fuente importante de recursos locales para esos propósitos, adicionándose a los que provengan de los canales internacionales. Nos proponemos organizar regularmente un Foro de inversiones en infraestructura de  América Latina.
  4. Las pequeñas y medianas empresas, PYMES,  de América Latina tienen un amplio campo para la asociación productiva con sus contrapartes en Iberoamérica, especialmente en España y Portugal. La extendida presencia de la Banca de estos países en América Latina debería ser un buen canal de promoción de esos encuentros productivos. Nos proponemos expandir los actuales programas de apoyo a las asociaciones de PYMES iberoamericanas.
    La innovación productiva deberá mejorar en todos los países iberoamericanos. La Asociación de empresas y Centros de investigación abrirá nuevas oportunidades al mejoramiento de la productividad y la competitividad de las empresas. Nos proponemos intensificar los programas iberoamericanos aprobados y en curso de ejecución, siguiendo los acuerdos de la Cumbre de Estoril.
  5. La Secretaría gestiona o administra una veintena de  proyectos de cooperación en las áreas sociales, económicas y culturales, proyectos que  abren espacios renovados de concertación entre países, como lo pone de relieve el vigoroso ejemplo de cooperación horizontal que existe en la Región. Nos proponemos ampliar la cooperación en curso, con aquellas que provengan de las iniciativas de los países miembros y las que puedan proponer la SEGIB.

Majestad, Señores Presidentes,

En reiteradas oportunidades hemos destacado que el mayor capital de que dispone la Comunidad Iberoamericana es el de sus afinidades culturales, sociales y lingüísticas, sobre las que se asientan formas de cooperación económica que han aumentado sustancialmente en las últimas décadas.

La dinámica de crecimiento que muestra la región abre excelentes oportunidades para avanzar en la cooperación económica entre gobiernos y empresas iberoamericanas, y para hacerse presente en la coyuntura actual por la que atraviesan los países europeos de nuestra Comunidad.

Así pues, Iberoamérica podrá ser un campo fértil para poner en evidencia que Latinoamérica, como región emergente,  no ha sido parte del problema, pero sí parte de la solución a los problemas que hoy preocupan a los países desarrollados. Y, particularmente a los miembros de nuestra comunidad.

Muchas gracias.

Puede descargarse el archivo del audio con el discurso aquí: http://www.megaupload.com/?d=ZQIVFL1H

 

 

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