Discurso del Secretario General Iberoamericano en la apertura de la XX Cumbre Iberoamericana

ACTO DE INAUGURACIÓN DE LA XX CUMBRE IBEROAMERICANA
Mar del Plata, 3 de diciembre de 2010
Sra. Presidenta de la Nación Argentina,
Majestad,
Señoras y Señores Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,
Señoras y Señores,
La escritora Ana María Matute, recién galardonada con el Premio Cervantes 2010,  ha…

ACTO DE INAUGURACIÓN DE LA XX CUMBRE IBEROAMERICANA

Mar del Plata, 3 de diciembre de 2010

Sra. Presidenta de la Nación Argentina,

Majestad,

Señoras y Señores Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,

Señoras y Señores,

La escritora Ana María Matute, recién galardonada con el Premio Cervantes 2010,  ha dicho que “en la vida uno resiste mucho más de lo cree. La vida nos empuja por muy mal que estemos, pues vivir es perder cosas también”.

Señora Presidenta,

Nos honró conocer y tratar a su marido, el Presidente Kirchner, y le honraremos en nuestro recuerdo y en nuestra memoria.  Transmitimos a Usted y al pueblo argentino nuestro más sincero afecto. Recordar es, quizás, la única manera que tiene el hombre de acompañar el paso del tiempo.

A este gobierno y a este pueblo deseo agradecer sinceramente el apoyo a la organización de la Cumbre, en especial a la Cancillería por su dedicación y eficacia. También, mi gratitud a la Municipalidad de Mar del Plata por su colaboración y a la cordialidad de todas sus gentes.

Gentes de un gran país sin cuya contribución política, social y cultural, nuestra Iberoamérica estaría incompleta. Un país de intenso pasado, y de un todavía más extenso y prometedor futuro.

Traigo también a la memoria a nuestros hermanos de Haití, de Chile, de Costa Rica, de El Salvador, Venezuela, Colombia y Guatemala, afectados este año por trágicos desastres naturales, que han podido ser paliados con la solidaridad y la puesta en común de energías, las mismas energías y esperanza que hicieron del rescate de los mineros chilenos y boliviano una causa común de toda la comunidad iberoamericana.

Esta vigésima Cumbre, se da en un momento muy especial, tanto del mundo, como de los países que integran la Comunidad Iberoamericana.

Un mundo que atraviesa una crisis profunda, e imprevista, la mayor del último medio siglo, que ha desubicado a Gobiernos, Organismos Internacionales y entidades económicas, mucho más extensa en el tiempo de lo esperado inicialmente. En esta oportunidad, esa crisis ha concentrado sus efectos más negativos en los países industriales. Estos países dejaron detrás un medio siglo de previsibilidad y seguridad, por una etapa caracterizada por la inseguridad y la desconfianza de los actores económicos.

No es fácil anticipar cuándo y cómo habremos de  superar definitivamente sus  efectos. Sí sabemos que el mundo que surgirá de la misma será muy distinto del que dejamos atrás. Nos espera una nueva realidad internacional, una nueva economía y una nueva sociedad.

Debemos reconocer la importancia de crear un nuevo orden económico y financiero internacional, que, para ser plenamente exitoso en su regulación y supervisión de todos los riesgos que asuman los mercados tendrá que contar también con un nuevo orden comercial como el que persigue infructuosamente desde hace años la Ronda de Doha.

Ese nuevo orden deberá constatar además que nada puede hacerse sin una amplia participación de los nuevos países emergentes, en el  nivel que se corresponde a su dimensión económica, como ya se ha reconocido en los organismos de Bretton Woods. Pero lo más importante es que ese nuevo orden financiero y económico internacional tendrá que generar acuerdos fundamentales que regulen la mayor trasferencia del poder económico mundial de la historia de la humanidad.

Tenemos que prepararnos para una nueva economía basada en el conocimiento y en las innovaciones tecnológicas que se suceden a ritmos vertiginosos y creativos. Una nueva economía capaz de competir en un mundo que a ratos se nos hace salvajemente competitivo.

Y también se está gestando una nueva sociedad de clases medias, con sus visiones económicas y sus nuevas demandas sociales. Clases medias que demandan participación y derechos sociales, económicos y políticos.

Los países latinoamericanos están cambiando con fuerza. Hay diferencias en los ritmos y en la profundidad de los cambios, pero en términos generales hemos superado varias décadas de bajo crecimiento, alta inflación, fuertes desequilibrios externos y grandes déficits fiscales. Hoy tenemos estabilidad relativa, deuda reducida y grandes reservas internacionales.

Las lecciones de muchas crisis han servido para mejorar nuestra capacidad de gestión macroeconómica. Hoy, los países saben gestionar mucho mejor sus políticas públicas. A estos avances se han sumado importantes aperturas del comercio exterior en productos y mercados.

En ese contexto, la aparición en la escena económica mundial de Asia, y en particular de China, trajo una tonificación de los mercados y precios que se sumaron a la renovación de la gestión económica en la región. Ello sucedió, sobre todo, en los países que tienen abundantes materias primas orientadas a un mercado que demanda alimentos, energía y minerales,  de  los que, nuestra  Región  tiene niveles extraordinariamente abundantes.

Si esa coyuntura se mantiene, se le abre a América Latina una gran oportunidad, que le permitiría disponer de varios años de crecimiento sostenido en los países ligados al ciclo asiático. No ocurrirá en la misma dimensión en los países que están fuertemente ligados al ciclo americano, donde esas perspectivas serán menos dinámica que las asiáticas.

América Latina debe aprovechar esa gran oportunidad. Pero ello no es gratis. Se requiere incidir en políticas y reformas estructurales que permitan hacer de esa oportunidad una realidad. Sin duda, una de las reformas más importantes, aunque no la única, será proponernos una educación de calidad para llegar al año 2021 con la generación mejor preparada de nuestra historia independiente. Ese es el gran objetivo de esta Cumbre.

Señoras y Señores,

En nuestro ámbito, es esta la segunda Cumbre Iberoamericana que celebramos en Argentina, tras la de Bariloche en 1995, que trató de educación y que permitió alcanzar su primer convenio: el Convenio para la Cooperación en el marco de la Conferencia Iberoamericana.

Pese a que las palabras de Alfredo la Pera, en la voz de Gardel, nos instaban a creer que “veinte años no es nada”, es cierto que lo avanzado en veinte años de Cumbres no habría podido imaginarse al comenzar nuestro ejercicio.

Estamos celebrando también los Bicentenarios, con las impresionantes conmemoraciones que han tenido lugar aquí en Argentina, en Chile, en México, Colombia y Venezuela. Creo que estamos haciendo de ellas un instrumento útil para comprender mejor nuestro pasado y así planificar el futuro.

Estamos transitando la historia concebida como un elemento dinámico, donde la idea de continuidad da una nueva significación a las fechas, donde vinculamos nuestra experiencia contemporánea como ciudadanos con las generaciones anteriores. Es ser conscientes de nuestra identidad y de lo que somos como sociedad, con nuestras glorias y nuestras miserias.

Abrimos ahora una década en que, quizás por primera vez, podemos considerar a fondo cómo responder a las exigencias del cambio cualitativo en el crecimiento a la región, cómo dar salida a nuestros profundos déficits sociales, cómo integrar a aquellos a quienes la historia y la injusticia postergó.

Nuestros gobiernos, desde diferentes órbitas políticas, están animando a sus sociedades en el camino de la modernidad y el desarrollo y, en bajar de forma efectiva los niveles de pobreza y de desigualdad.

Es precisamente para eso, que esta Cumbre se consagra a la Educación para la inclusión social, como nos propuso la Presidenta Fernández de Kirchner.

“Abrid escuelas, y se cerrarán cárceles”, decía Concepción Arenal. En pocos ámbitos como la educación ha quedado tan de manifiesto la importancia de la igualdad de género, al ver la presencia relevante de tantas mujeres educadoras al lado de sus colegas varones. Decía María Montessori que “la primera tarea de la educación es agitar la vida, y luego dejarla libre para que se desarrolle”.

Conseguir un nivel educativo medio elevado es un proyecto a largo plazo, cuyos resultados se perciben perseverando, y que precisa de una política de Estado que involucre al conjunto de la sociedad y a todas sus vertientes políticas.

La fuerza trasformadora de la educación tiene que conseguir que desaparezcan nuestros treinta millones de analfabetos y los más de cien millones que no han terminado la educación primaria; que mejore sustancialmente la atención a los niños entre 0 y 6 años -la mejor inversión en futuro- y la permanencia en el ciclo escolar al menos 12 años.  Una transformación que reduzca drásticamente las altas tasas de abandono escolar en la secundaria y haga más accesible socialmente, y de mayor calidad aún, la enseñanza universitaria y de postgrado.

Una educación que transmita los valores de la sociedad que deseamos construir, que eduque en conocimientos científicos y humanísticos, en aprendizaje de lenguas, que enseñe a trabajar en equipo y que, sobre todo, amplíe el acceso y el manejo de las nuevas tecnologías. Los países que más las utilizan aumentan, al tiempo, el empleo y la productividad.

Ello llevará a una transformación en la calidad de los recursos humanos y una nueva cultura de la innovación y el emprendimiento, y a mayores inversiones en ciencia y tecnología. Otra de las grandes reformas que deben acompañar a la educativa.

Las Metas 2021, que esta Cumbre aprobará, conciben la educación como un pilar esencial en la construcción de sociedades más justa. Asumen compromisos factibles, reordenan recursos, aportan nueva financiación mediante acuerdos públicos y privados e implican a todos los actores del proceso de aprendizaje. Constituye un ejercicio participativo de gobierno, familia, docentes, estudiantes y el propio entorno económico y social.

En los logros de  los consensos que permitieron estructurar este conjunto de Metas, la OEI ha hecho una extraordinaria tarea, que quiero agradecer especialmente en la persona de su dinámico director, D. Álvaro Marchesi.

Estas Metas, ayudan a generar  una educación que dará más oportunidades de inserción en el mercado laboral con trabajos decentes,  que contribuirá al desarrollo  de la región y darán oportunidades a los jóvenes en riesgo social.

Las Metas contribuirán, sobre todo, a la formación de una generación de iberoamericanos cultos y libres en sociedades democráticas e igualitarias.

Junto con Educación de Calidad, la innovación tecnológica y con ambas, habrá que enfrentar las reformas institucionales que permitan reconocer qué es preciso cambiar en las estructuras públicas, modernizando al Estado y a la propia estructura empresarial.

Con estos tres frentes alineados: educación de calidad, innovación tecnológica y modernización institucional, la región puede proponerse objetivos ambiciosos de crecimiento económico, y avanzar en la resolución de las exclusiones de todo tipo y las grandes desigualdades sociales que aún permanecen vivas en la región.

Señoras y Señores, Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno,

Cambios en el mundo y cambios en América Latina. Ello se refleja, en una revisión del papel de Iberoamérica. Los países desarrollados de la región atraviesan, hoy, un momento de crisis difícil y persistente. Estoy seguro de que la solidez de sus economías reales y financieras habrá de proporcionar la salida que sólo es posible imaginar en el entorno de su integración comunitaria.

Por primera vez, América Latina aparece en la ecuación iberoamericana como una región que no ha estado en el origen de la crisis, pero que sí lo está en las soluciones de salida.

Esto cambia fundamentalmente la forma como se presentó la comunidad iberoamericana  hasta ahora.

Los países ibéricos fueron durante los últimos años una fuente importante de inversiones y de cooperación para los países latinoamericanos. Hoy, esos mismos países latinoamericanos son fuente de inversión y de comercio para los países desarrollados de la comunidad iberoamericana.

Las empresas españolas y portuguesas de ayer y del futuro verán compartida su acción en la familia iberoamericana, con las empresas e inversiones y el comercio de América Latina en la Península Ibérica. El papel determinante que ya están adquiriendo en la Región las empresas multinacionales es buena prueba de ello. 

Esta forma de mirar el futuro de nuestra cooperación  constituye un paso fundamental para asentarla sobre bases más equilibradas y con beneficios compartidos. Es ciertamente un horizonte mucho más promisorio y positivo que el que tuvimos hasta este momento. Y eso fortalece la Comunidad Iberoamericana con nuevos actores  a ambos lados del Atlántico. 

El logro de una educación de calidad con las Metas 2021 es, una gran contribución para que esa oportunidad de América Latina sea una realidad, convirtiéndose en un socio  privilegiado en el desarrollo de todos los países que forman parte de esta comunidad. 

Iniciamos, pues, la década de las oportunidades y de la esperanza. Vencido ya cualquier escepticismo sobre la realidad democrática de la región,  me complace mucho ver que los gobiernos se proponen en esta ocasión reforzarla aún más si cabe, aprobando una cláusula  que proteja nuestro futuro compartido de maniobras ilegítimas y condenadas al fracaso. 

Nunca perdimos la esperanza de que todo fuera a mejor, y merecemos que todo nos vaya mejor.

En esta ocasión en que esta Cumbre reconfirma su fe vigilante en la democracia y apuesta por la educación, permítaseme que termine mis reflexiones recordando a un compatriota, José Pedro Varela, cuando dijo hace más de un siglo:

“no se puede hacer una buena democracia sin un buen ciudadano y hay tres prioridades para ello que son, educación, educación y educación”.

Muchas gracias,

Enrique V. Iglesias

 

 

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